Ser humano

Hace unos días tuve una charla con un amigo que me decía que se sentía aprisionado, cruzando la barrera del momento en que la vida comienza a pesarle. Al día siguiente me desperté con un dolor en el pecho y una desazón tremenda, sentí pesadumbre y me pregunté para qué había despertado, para qué estaba viva, qué sentido tenía todo esto. Para más remate en la tarde fui a clases y el profesor, utilizando el método socrático, nos preguntó si acaso la vida se podía considerar como sagrada fuera del argumento de la religión. ¿Es acaso de verdad sagrada la vida humana? Es difícil precisarlo, queridos seres humanos, la discusión no prevé final. Y la filosofía no está para entregar soluciones, sino para problematizar, indagar hasta volverse locos.

Nunca obtendremos la respuesta, queridos seres humanos, pero yo propongo que no nos abrumemos, que la vida no nos quede incómoda como para que debamos separarnos de ella. Tampoco que nos quede grande y que nos creamos el centro del universo. Lo mejor, queridos seres humanos, es que valoremos nuestra vida, tanto como la vida de todo lo que nos rodea. Somos todos una sola cosa. Nadie es más qué ni menos qué. Eso es lo primordial para practicar la vida sanamente.

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